domingo, 9 de marzo de 2008

Asesino serial

MARZO 9 DE 2008

Me pregunto a mí mismo cómo sería mi propio asesino serial. No mi personalidad de asesino serial -la cual imagino yo que podría ser bizarramente inquietante- sino las características de aquél que decidiese hacerme su víctima.

¿Cómo me elegiría? ¿Qué tendría yo en común con el resto de sus víctimas? A veces me siento tan único. Sé que lo soy. Me pregunto si se animaría a conocerme antes de matarme. Quizás sí. Aunque creo que es obvio que no conozco mucho sobre la psicología o la patología de alguien así. Podría ser por algo bien común: Quizás escogiese únicamente hombres con pequeñas pancitas, o solteros entrados en años codiciados y recientemente comprometidos. Otra opción: maestros de escuelas privadas con modernas tendencias hacia la educación con sentido humano. Músicos retirados. Dueños de autos viejos y sin lavar. ¿Por qué no? Posibilidades hay millones.

Bueno... No tantas... ¿Cuántas personas pueden tener inclinación hacia la serialidad criminal? ¿Cuántos pueden tener ese grado de minucia hacia la designación de objetivos, planeación de proyectos, elaboración de estrategias, seguimiento y ejecución de un plan de acción? Muy pocas. Cualquiera podría decir que admiro a la persona que ha de elegirme para completar su álbum del horror. Uno en miles, en millones. Nada más que un capricho estadístico....

Sonrío. Pues, en mi afán por ningunearlo, le estoy dando esencia, lo estoy amasando hasta proveerle de consistencia. Ahí está ya: Esperando su momento. Tejiendo su red. Abriendo sus ojos. Tiñendo el futuro para que, al llegar el momento de vernos al fin ojo con ojo en sabiendo que el fin de nuestra relación se acerca, podrá él abrir al fin sus labios para decir palabras sin sonido para mis oídos inútiles de tan cercanos a la muerte. Y sabré que me ha tenido a su merced. Sabré que lo arbitrario de la probabilidad no fue él, sino yo...


MARZO 11 DE 2008

Hoy martes 11 de Marzo he decidido embarcarme en el más importante de mis proyectos hasta ahora: Voy a matar a Víctor. No será sencillo y la verdad es que todavía no sé cómo lo voy a hacer. Lo que es un hecho es que sé muy bien por qué lo odio y por qué me parece que es una persona cuya presencia no debe ser tolerada o requerida en este planeta.

Víctor es simplemente una de esas personas con las que no me interesa socializar. Lo veo y me causa indignación. Está feo, viejo más allá de los treintaycinco o hasta los cuarenta, es divorciado, parece la caricatura vieja y pasada de moda de un gutierritos común. Su corbata. Su camisa toda planchada de tintorería y su terriblemente molesto tono tornasol. Si no tuviera yo un poquito de clase podría llamarle naco en su cara pero, la verdad, es que ni siquiera me he dignado a dirigirle la palabra más allá de para decir un escueto "buenos días" al que él responde con una sonrisa horrible de dientes amarillos.

Sí... Ya sé: No debo decir la verdadera razón de por qué lo odio. Le estaría quitando toda la intriga a lo que escribo, porque es un hecho que todo lo que he dicho no son otra cosa que meros accesorios. Cosas que dejarán de molestarme cuando lo deje de ver una vez lo haya asesinado. Pero que no por muerto me harán odiarlo menos.

¡Dios! Ya quiero verlo. Arrastrándose por la alfombra de la casa de donde corrió a su esposa con todo e hijos. Desangrándose por la boca, sin lengua y con los cachetes cercenados por la mitad con un cuchillo para destripar marranos. Pobre idiota. Estará retorciéndose con dudas y falsas esperanzas: él es una persona muy inteligente y en algún momento de nuestra agradable velada quizás pueda llegar a albergar la visualización de sí mismo jugándome algún tipo de truco para desviar mi atención en lo que él descuelga el teléfono con las ahora enormes comisuras de su boca y marcar 060 con la nariz. Todo esto porque sus brazos estarán atados a sus espaldas con alambre de púas que le abrazará hasta la barriga que estará a punto de explotar.

Para cuando haya terminado de hacer su estúpida llamada, dejaré de sonreír detrás de la pared de la cocina y tomaré un mazo...

MARZO 17 DE 2008

Amo los asuetos. Hoy haré que mi plan tome forma. Lo sazonaré con un poco de sangre de las yemas de mis dedos índices. A veces me pregunto si los dedos de los pies tienen el mismo nombre que los de las manos. Creo que ésa será la excusa que usaré para arrancárselos con la chingadera ésa con la que el imbécil le quita el borde boludo a sus habanos. No sé tampoco cómo se llama semejante aparatejo, pero sé que tiene uno.

Me desquicia el hecho de que te ofrezca cigarros, amor mío. Me desquicia aún más el que los aceptes o que, en su momento, se los pidas con esa sensual desfachatez que tienes y de la que ya debes estar un poco más conciente para estas alturas de la vida. Pero, bueno: Debo concentrarme.

En unas cuantas semanas más nos vamos a ir de campamento con tu familia. Quizás esa semana deba ser la indicada. Usaré de pretexto a Lucas. Desafortunadamente el pobre animal será mi accesorio de trabajo. Pero no te preocupes: tendrá mucha comida servida para él solo durante los tres días que estaremos fuera de la ciudad. ¡Chin! Ahora que lo pienso, eso implicará que la parte de mi gozoso plan en la que Víctor llama al 066 deberá ser cancelada ya que, si el gato se ha de comer su cuerpo en esos tres días, no puedo permitir que la policía llegue. Lo bueno es que ahora sé que debo cortar la línea telefónica antes de pasar a ejecutar el plan.

MARZO 20 DE 2008

Más decidido no podría estar. Antes del campamento el próximo fin de semana seguramente vamos a dejar a Lucas en casa de Víctor para que lo cuide. El muy imbécil se ofreció con esa estúpida sonrisa que dice "seguro, pero cuando vuelvas te invito a cenar y nada de que no aceptas, ¿eh?". Maldito idiota. Y además lo dice como si no estuviera yo presente. A veces me pongo a pensar en las cosas que te dirá cuando está simplemente trabajando y pasa por tu cubículo a platicar. Me pongo todo gelatinoso de tan temblando por dentro. Si cuando voy a tu oficina flirtea contigo como si no existiera tu compromiso, no me quiero imaginar lo que el muy estúpido se atreve a decir cuando no estoy. Por eso es que me sé muy bien sus intenciones reales al haber aceptado cuidar a tu gato.

Bien sencillo: Después de dejarte en tu casa para que termines de hacer tu maleta, volveré a la de él con la excusa de que se nos olvidó dejarle una lata de comida para Lucas. Me invitará a pasar -siempre con esa estúpida sonrisa: A veces pienso que debe necesitar mucho cariño. Es decir, muchos arrumacos y abrazos. Porque siempre que sonríe se inclina hacia uno como inconcientemente esperando palmadas en su cabecita semicalva. Yo voy a poner cara empática, justo la expresión que él espera de ti, y ciertamente alzaré mi mano derecha para acariciarle su mejilla izquierda. El muy ingenuo seguramente aceptará por milésimas de segundo y después se dará cuenta de que algo está fuera de lugar, pero para ese instante su mirada estará tan cercana a la mía que no se dará cuenta de que con mi mano izquierda le estoy clavando el cuchillo que escogí sólo para él.

Lo destriparé. No sin resistencia, claro está.


ABRIL 3 DE 2008

Malditos retrasos. Todo parece ser una excusa. A veces me pregunto qué tan dispuesto estoy a esto. Quisiera no necesitar de una excusa para poder entrar en su casa sin problema alguno. Quisiera poder entrar y destrozarle todas sus entrañas. Abusar de él y aniquilar cada una de sus partes. Poder abrir su cráneo para sacar su cerebro poquito a poquito con el escalpelo. Y me pregunto si podré vislumbrar los retazos de su memoria conforme sesos voy deshilachando. Creo que me acostaría pecho a tierra con mis codos sobre la alfombra para dedicarme a desmenuzar cada pedacito de los órganos más importantes. Su corazón definitivamente tendrá que esperar hasta que mis minucias comiencen a desesperarme porque es un hecho que ése lo quiero sacar completito de entre las costillas para ponerlo en la alfombra y hacer que explote de una enajenada pisada.

Lo que pasa es que el día de campo se ha estado cancelando por dos fines de semana seguidos. Es por eso que el gato sigue donde vive y Víctor sigue vivo. Me revienta las entrañas de impaciencia y de curiosidad y de puro miedo. Me da miedo no atreverme cuando llegue el momento. Me da miedo que los retrasos sigan y sigan.

A la vez, sin embargo, mi furia hacia él sigue empotrada, sigue siendo igual o aún peor. Me sigue entrando el coraje y el odio cada vez que lo veo que se te acerca. Quisiera entender por qué lo hace. Por qué siquiera cree que merece algo de tu atención. Maldito imbécil. Ojalá se muriera ya. Me daría un gusto bárbaro poder simplemente dejarlo de ver, pero más me daría ser partícipe de su seccionada partida.

Debo dejar de hablar en suposición.

5 comentarios:

ÑOR GOGOL dijo...

Tokay güey, quítale esa marranada de poner verificación de palabra a los comentarios.

por eso nadie te visita es una huev. ¡Saludos cabrón, un abrazo muy fuerte compadre, jajajajaja!

ÑOR GOGOL dijo...

Pos no, no fuí al de Toto. Al de Iron Maiden, ¡¡¡ni al de Bob Dylan!!!… la causa: ¡Ya compré casa, uey!

y pos tuve qué pagar de mi bolsillito, -que ya de por sí está bastante jodido– casi 30 mil chuchos por el excedente de terreno pues es una señora casa, de terreno nomás, la casita está de zapatitos y dormir parado, jajaja, pero pues con el tiempo y los fondos de ahorro la iremos poniendo ñora casa.

Así que lo más probable es que al menos en este año, no vaya a ver ni siquiera a Timbiriche… no, pérate vato, a mí ni me gusta Timbiriche… ¡qué bueno, me voy a ahorrar una buena mosca!, jajajaja. Saludos

Abbita dijo...

ohhh!! este psicopata me agrada mucho...nomas no le diga no sea que me quiera visitar!

saludos!

Sandra Becerril dijo...

Ahhh yo lo he pensando infinidad de veces... me gustó mucho este ejercicio tuyo... y qué pasó después? fue real?

besos y excelente semana.

Mariel dijo...

me gusta, me gusta

lo pondré en practica, " cómo matarme a mi misma despues de meter la pata "

Abrazos mi amigo